La Gomera y su corazón verde.
La Gomera, la isla de los profundos y escarpados barrancos, fértiles valles donde abundan las palmeras canarias ( Phoenix canariensis ) y los dragos. Dónde el campesino lucha contra la pendientes tallando escalones en la roca, y creando bancales en las paredes de las montañas. Y en su interior, un corazón verde de espesura vegetal, un verde profundo envuelto en casi perpetuas nieblas. Una reliquia del pasado, un fósil verde escondido entre los riscos, de una isla en medio del océano Atlántico; La Gomera. Su corazón verde; el monte monteverde, la Laurisilva, a la que las nubes atlánticas dejan prendidos en las ramas de sus árboles, en los líquenes, gotas de aguas cristalinas, que resbalan y se precipitan en la tierra negra del bosque. Agua regalo, que nutre los arroyos, que riegan los campos de los laboriosos y sufridos campesinos gomeros. Batatas, papas, vino, plátanos… Y entre el rumor del viento, se escucha el canto de un canario o un capirote, y el silbo de un gomero, que le dice silbando a su amor, cuanto la quiere. Una isla que atrapa la nube, y en los que sus acantilados rompientes de basalto negro, ruge el mar con furia y espuma..
La Gomera y su corazón verde o Laurisilva canaria.
La Laurisilva, bosques subtropicales húmedos del terciario, que han sobrevivido al periodo frío, de las glaciaciones, es algunos reductos de nuestro planeta. Uno de ellos Canarias, y especialmente, por unas condiciones socio económicas mas en la Gomera. La pobreza durante siglos propició que en la Gomera, no desapareciera la Laurisilva, como casi pasó por ejemplo en la isla de Gran Canaria. La Gomera al ser una isla muy pobre y poco poblada no sufrió tanta deforestación. Estas es una de las razones, además de lo escarpado de su orografía, lo que salvaguardó esta joya biológica, de su desaparición. Ir a la Gomera, además de ir a disfrutar de innumerables bellezas es ir sobre todo a sumergirse en el interior de este gigante verde. Y de que mejor manera, que hacerlo durante horas caminando debajo de sus ancestrales árboles. Senderismo en la Gomera y su corazón verde. Gregorios trekking
La Gomera, la isla que nunca se rindió.
La Gomera, una isla muy interesante, que a pesar de su cercanía a Tenerife, ha conservado su carácter único y singular. Además de seguir albergando tradiciones ya desaparecidas en casi todas las islas Canarias. Como el Tajaraste, música de origen aborigen y el silbo gomero. Aunque el silbo gomero, estuvo prohibido en al época de Franco, consiguió sobrevivir y perdurar hasta nuestros días. Hoy es asignatura obligatoria en las escuelas de la isla, y ahora siguen silbando los niños. El silbo, una manera eficiente para comunicarse en la complicada orografía de la Gomera. Los escarpados barrancos hacía casi imposible la comunicación cercana, y para vencer esta lejanía se silbaba, y así se podían comunicar con la otra persona que se encontraba en la otra vertiente del barranco. Los gomeros ante un problema encontraron una solución. Silbar para vencer a lo abrupto. Un método que arranca desde la época de los aborígenes a los antiguos gomeros, los antepasados de los actuales habitantes. Porque en la Gomera, es donde mas han pervivido los genes aborígenes en todo Canarias. Es en la Gomera, donde el porcentaje de población con el acervo genético bereber canario es mayoritario. Posiblemente, la Gomera y su mayor pobreza evitó que hubiera mucha inmigración europea, como si se dio en Tenerife, La Palma y Gran Canaria, las islas mas ricas económicamente. O como dicen muchos gomeros, esta isla nunca se rindió.
Gara y Jonay, una historia de amor legendaria.
En el corazón verde de La Gomera, dice una leyenda, hubo una vez hace mucho tiempo… En tiempos de nuestros ancestros, los aborígenes. Y dicen que un joven guanche de Tenerife, quería ir hasta la Gomera. Y en contra de las advertencias y consejos de la temeridad de la aventura .Un día se fue nadando, utilizando como ayuda, ubres de cabra llenos de aire, para poder flotar. Sentía, el joven que se llamaba Jonay, que debía ir a la isla vecina, algo que sentía en su interior, lo empujaban a jugarse la vida y llegar hasta La Gomera. Isla que el observaba a diario en el horizonte desde su isla, Tenerife. Y esa fuerza desconocida lo empujó a jugarse la vida un día, esa fuerza desconocida que algunos experimentan alguna vez en la vida. Las corrientes atlánticas son muy fuertes entre islas, canales donde se aceleran. Pudiendo haberse perdido en el océano, si no llega a alcanzar la costa. Seguramente tuvo suerte, o fue hábil, o algo de cada, o simplemente no era su destino morir perdido en el Atlántico. Tras nadar durante horas, y ya estar cerca de la costa, el mara se volvió furioso. Se acercaba a la costa y se alejaba, la lucha fue interminable. Sintió que desfallecía, luchando entre las olas, y cuando ya había perdido la esperanza de sobrevivir. Una ola que creyó que lo mataría lo lanzó a la arena de una playa desconocida. Perdiendo la conciencia, quedó tendido en la arena negra de la playa. No sabe cuanto tiempo, pero allí se lo encontró Gara, una joven gomera, que se acercó a la playa, como hacía a menudo, le gustaba buscar caracolas y piedras decolores entre la arena y los callados, o simplemente deleitarse en el arrullo del mar. Pero ese día se acercó al mar, llevada por una fuerza desconocida misteriosa, la misma que empujó a Jonay al océano. Y él recobró la conciencia cuando ella acercó, su oído a su pecho, para ver si estaba vivo, si su corazón aun latía. Y de pronto sus miradas se cruzaron. Los dos supieron de pronto, porque él se jugó la vida y ella bajó a la arena de la playa ese día con un presentimiento, algo vendría a su encuentro; Jonay llegó entre las olas desde la isla del gran volcán. El amor fue inmediato, los dos sabían que ya no podrían separarse nunca mas. Se fundieron, sobre la arena, envueltos entre la espuma del océano. Cuando fueron descubiertos abrazados por algunos pastores que estaban en los acantilados. Temieron que su padre no lo viera con buenos ojos, esta relación con un extraño de otra isla. Ya que su padre un rey del norte de la isla la había prometido al hijo de otro rey del sur, para sellar una paz después de años de interminables conflictos. Huyeron los dos hacia el interior de la isla. Se escondieron en el interior del bosque, en el corazón verde de la isla. Oyeron voces se acercaban, los habían descubiertos. No puede ser, que hacemos, Nos separarán, te expulsarán, quizás te maten, no te volveré a ver. No podré vivir sin ti, yo tampoco lo soportaré, no podré vivir sin ti.
Y en acto de locura, los dos jóvenes decidieron, acabar con sus vidas, atravesando sus corazones con una vara de brezo rojo o tejo. Quizás por eso adquirieron ese color rojo, para siempre. En el interior del corazón verde de La Gomera, entre el murmullo del agua, el crujir de los árboles movidos por el viento, algunos dicen que se escuchan voces, de jóvenes, que se juran, se prometen amor eterno y que nada ni nadie los separará jamás.